OPINIÓN.
Por influencia directa de Podemos y de otras neo-propuestas
políticas que no han salido precisamente de la factoría de Silicon Valley, podemos aventurar que en España ya no van a seguir mangoneando
la ‘res pública’ los de siempre, esa cansina estirpe que ha generado unas
escandalosas cuotas de corrupción y desencanto. Se trata de una adictiva
patología que se suele manifestar cuando se está demasiado tiempo chupando de
la insaciable teta del poder.
Tras el 24-M, se ha podido constatar que ha llegado
la hora del relevo generacional, en gran parte, impulsado por los indignados
del movimiento ciudadano de hace cuatro años. El rojerío se ha juramentado para
expulsar del poder a los que hasta ahora cortaban el bacalao.
Repasando las imágenes de la toma de posesión de los nuevos alcaldes,
bastón de mando en ristre, me ha llamado la atención, por un lado, las pocas
corbatas que lucían los ediles en su vestimenta, y por otro, la presencia de más
mujeres que de costumbre. En cierta manera, las nuevas mandatarias municipales simbolizan
la sana tendencia de que la política también se está feminizando. Además,
algunos de los nuevos munícipes se han rebajado ostensiblemente el sueldo, y
otros, han optado por la bici o por utilizar el transporte público para
desplazarse hasta la Casa Grande. Por todos estos motivos, mi amigo (“El
Cínico”) está exultante, aunque lamenta profundamente “el forúnculo ‘Zapata’
que ha tenido que extirpar la Carmena”.
Entre la pléyade de majors
que han accedido a las nuevas corporaciones locales, se encuentra Lluís
Tejedor, alcalde de la ciudad en la que vivo, quien se convertirá en el más
antiguo de Cataluña, después de 33 años de calentar poltrona municipal. Y en mi
villa natal (Xinzo de Limia-Ourense), el concelleiro
del BNG, Ramiro Rodríguez no quiso tocar el ejemplar de la Constitución a la
hora de prometer su cargo. Mientras tanto, la derecha mediática llora por
Esperanza Aguirre y por Rita Barberá, al tiempo que abomina de la negra España
que personifican, en Madrid, el tándem Carmena-Carmona, y en Barcelona, Ada
Colau y compañía. Ha llegado, pues, la hora de los ‘descorbatados’, nada que
ver con los descamisados del peronismo. Con mis mejores deseos de que paséis un
buen verano, me despido de mis amables lectores hasta la próxima semana.Manuel Dobaño (Periodista). También puede leer este artículo en El Baix al Día.
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