Opinión.
Confieso que hacía tiempo
que no veía tan sobresaltado a mi amigo y convecino (“El Cínico”). Me lo crucé de
buena mañana con el ceño fruncido y, cuando intenté comentarle algo recurrente sobre
el tiempo tan desapacible de este lluvioso mes de mayo, me cortó de cuajo con
un enérgico e inesperado: “¡A mí me hablas en suizo, colega!”. Desconcertado
por su aireada reacción, ipso facto le pedía explicaciones y me aclaraba que el
motivo de su airada reacción se debía al cabreo que le producía la exigencia
del jefe de prensa del Real Madrid por haber impedido al portero reserva
merengue, Kiko Casilla, expresarse en catalán con un periodista de TV3. Y
mientras tanto, el Barça se proclamaba campeón de Liga y la tal Barei cantaba
en inglés en Eurovisión, cuando a Serrat no le dejaron hacerlo en catalán.
Ya un poco más calmado,
mi amigo se disculpaba por su salida de tono y me precisaba que el futbolista en
cuestión es de Alcover (Tarragona) y que,
en su opinión, era normal que un medio catalán le hiciera una pregunta en el
idioma de Mossèn Cinto Verdaguer. Y para acabar de justificarse, me recordaba
que en Suiza no se habla el ‘suizo’, sino hasta cuatro lenguas oficiales
(alemán, francés, italiano y romanche); al tiempo que se lamentaba de que, con
demasiada frecuencia, nos olvidamos de que en España, “además del idioma del ‘Imperio’,
también existen otras tres lenguas reconocidas oficialmente, un patrimonio
cultural que estamos obligados a preservar”. Otro ejemplo: No hace mucho,
alguien largaba en Radio Galega: “No me gusta nada que me hables en gallego”.
¡Anda y qué te zurzan!
No es la primera vez, ni
será la última, que salgo en defensa de las llamadas lenguas minoritarias. Esa
especie de fobia a hablar otros idiomas, es la costra casposa que todavía
pervive en cierta parte de la carpetovetónica sociedad española, que considera
que es más fino expresarse en ‘español’, y no lo que hablan los ‘palurdos’. El
castellano es una lengua en constante expansión, que se defiende sola. En una
reciente celebración familiar, tenía la oportunidad de rememorar (en gallego,
catalán y castellano) viejas historias vividas en mi Galicia natal, así como en
la provincia de Segovia y en la ciudad catalana en la que vivo. Es, por este
motivo, por el que siempre he reivindicado mi condición de amante trilingüe. Manuel Dobaño
(Periodista). También puede leer este artículo en El Prat al Día.
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