Opinión.
De buena mañana, cuando aún
medio dormitaba, me despertaba el ring del teléfono fijo de casa. Era mi hija
que me pedía si podía llevar a mis nietos al cole -situado en el centro de
Barcelona-, porque los trenes de cercanías y el metro, una vez más, no pitaban
debido a un incendio que se había originado en una estación de Renfe en desuso frecuentada
por indigentes. El caos, que duró ocho horas, era absoluto por culpa del espeso
humo que se extendió por los túneles y estaciones de la ciudad catalana, escuchaba
en la radio mientras conducía mi auto. El ‘incidente’, esta es la palabreja que
siempre se sacan de la manga los atribulados políticos de turno, afectó a unos
100.000 usuarios y 210 trenes.
Esta enésima chapuza, no
pillaba por sorpresa a los sufridos usuarios de este medio de transporte
público, a pesar de que, en esta ocasión, no había sido el robo de cobre el
causante directo del desaguisado de marras. “Ha sido un día más, de los muchos que
ya estamos acostumbrados a soportar por culpa de Adif y cía.”, se lamentaba mi
amigo (“El Cínico”), quién también había sido víctima del humo que, el pasado día
9 de febrero, hizo irrespirable el subsuelo barcelonés. Ya de vuelta a la
ciudad en la que vivo, escuchaba la noticia de un accidente de tren -que no
‘incidente’-, acontecido en Alemania, con un balance de varios muertos y un
montón de heridos. Todo un mal día para los caminos de hierro europeos.
Y mientras los políticos
que aspiran al inquilinato de la Moncloa continuaban mareando la perdiz a cara
de perro, no todo eran malas augurios para el personal. Tres días después del referido
‘incidente’, o sea, el 12 de febrero de 2016, arrancaba la ansiada línea del
metro (L9-Sur), de 20 kilómetros de longitud, que enlaza la Zona Universitaria
con el aeropuerto barcelonés, al que ahora proponen que se llame ‘Joan Miró-El
Prat’. La ceremonia de inauguración se oficializaba sin la Ministra de Fomento,
Ana Pastor, y con la presencia inicial de Xavier García Albiol, presidente del
grupo parlamentario del PPC, que se largaba del lugar visiblemente cabreado. La
inauguración que posteriormente realizaba por mi cuenta, la completaba sin
mayores incidencias en un moderno convoy sin conductor.Manuel Dobaño
(Periodista). También puede leer este artículo en El Prat al Día.
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