Opinión.
En esta injustísima
sociedad que nos ha tocado sufrir, perviven ignominiosas realidades que no
paran de machacar nuestras adormecidas conciencias y de provocar que todos los bienintencionados
propósitos que hayamos podido hacer para el año 2016, se vengan súbitamente abajo
delante de la contundencia y la magnitud de noticias como esta: “Los 62 más
ricos tienen el mismo dinero que la mitad más pobre del planeta”. Sí, han leído
bien, esta es la obscena historia de la muy exclusiva banda de unos millonetis,
a los que no les perturba el sueño que perdure en el tiempo una injusta distribución
de la riqueza, consecuencia directa de la explotación del hombre por el hombre,
el gran pecado original de la humanidad.
Según denunciaba Oxfam Intermon,
“un 1% tiene más dinero que todo el resto de la población mundial en su
conjunto”; al tiempo que recordaba que la brecha global entre pobres y ricos no
para de crecer; circunstancia que provoca que “cada vez más, los ricos son más
ricos y los pobres más pobres”. Y en lo que concierne a España, todavía inmersa
en reformular su futuro político, se ha publicado que “es el país con más
desigualdades de la OCDE, detrás de Chipre”. Hasta la fecha, han fracasado todas
las revueltas sociales en busca de la utopía igualitaria, y “para mantener
narcotizado y entretenido al personal, los que cortan el bacalao han inventado la
droga de los móviles y demás artilugios electrónicos”, me contaba mi amigo (“El
Cínico”).
Y para reafirmar tan visceral
planteamiento de mi amigo, el prestigioso astrofísico británico Stephen Hawking
nos advertía de que “los avances tecnológicos amenazan la humanidad”. Mientras
tanto, Médicos Sin Fronteras calificaba de “fracaso catastrófico” la gestión
migratoria europea. También, aquí, en suelo patrio, se hacía saber que las
redes sociales, entre otros males, “potencian mucho la infidelidad”. Pero lo
que más me alteraba las neuronas era esta
otra cuestión: ¿Cómo puede ir bien una sociedad que consiente que el
llamado pequeño Nicolás cobre al día lo mismo que un médico al mes, simplemente,
por mostrar su careto en GH VIP durante una semana? Eso no es un sueño, es una
realidad obscena. Manuel Dobaño
(Periodista). También puede leer este artículo en El Prat al Día
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