OPINIÓN.
La extraña pareja (PP/PSOE) que se ha venido alternando en la
gobernabilidad del país desde el advenimiento de la democracia, ha gestado un
par de hijos. Por la derecha (léase PP), ha alumbrado Ciutadans/Ciudadanos
(C’s), de Albert Ribera, y por la izquierda, Podemos, de Pablo Iglesias. Según
una reciente encuesta, una más de las que últimamente nos suelen obsequiar los distintos
medios de información, el 77% de los encuestados reclama el fin de un viciado y
gastado bipartidismo, que no ha parado de generar unas altísimas cotas de desencanto
y de corrupción política; por cuya razón, el personal exige ventilar el contaminado
patio de la cosa pública, más allá del escándalo que ha provocado el turbio asunto
de Rodrigo Rato.
A propósito del previsible cambio político que se avecina,
recuerdo que, cuando premeditadamente me dejé caer por la barcelonesa Plaça de
Catalunya en pleno apogeo del 15-M de 2011, escribía una crónica premonitoria
de lo que allí se estaba cociendo. “La dignidad de los indignados”, así
titulaba mi particular punto de vista de un movimiento social que intuía que
“podría ser el principio de la consecución de un gran sueño: empezar a cambiar
el actual ‘status quo’ de una caduca democracia capitalista”. In situ,
comprobaba cómo “algo que, seis días antes, había empezado en el madrileño
kilómetro cero, se expandía al resto del país, igual que un tsunami e, incluso,
sobrepasaba nuestras fronteras”.
Como consecuencia directa de aquellas movilizaciones
ciudadanas de hace cuatro años, las nuevas formaciones políticas han alzado su
voz y se han organizado para poner fin al bipartidismo. Conscientes de que no
es lo mismo predicar que dar trigo, los votantes de los partidos tradicionales,
sin embargo, todavía mantienen la esperanza de seguir en el poder. Mi amigo (“El
Cínico”) ha vuelto a terciar para soltarme que está hasta la coronilla de
ciertos politiquillos que “llevan años calentando poltrona, con prepotencia, soberbia y una
cierta dosis de chulería”, y que ya tiene ganas de perderlos de vista. El nuevo
mapa político que nos deparará las próximas convocatorias electorales, servirá
para despejar no pocas dudas.Manuel Dobaño (Periodista). Puede leer también este artículo en El Prat al día.
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