lunes, 8 de septiembre de 2014

El calvario de encontrar trabajo

 OPINIÓN.
Raro es el día en el que los medios de comunicación no nos recuerdan que el paro sigue siendo la principal preocupación de la gente. “Dos millones de españoles no volverán a tener empleo”, pronosticaba recientemente un reconocido experto en la materia y, asimismo, las negativas cifras que, de tanto en tanto, se hacen públicas, nos informan de la ingente cantidad de jóvenes -los mejores preparados de la historia-, que se ven obligados a buscarse la vida fuera de nuestras fronteras. Y tampoco olvidemos la creciente cantidad de familias enteras, cuyos miembros no perciben ninguna prestación laboral. “Esto tiene que petar por alguna parte”, sostiene un amigo que no se cree demasiado las optimistas predicciones oficiales.
Pero al margen de este cuadro tan poco halagüeño, se detectan toda una serie de sombras que suelen difuminar todavía más las cifras del paro, como es el caso de la economía sumergida y, sobre todo, el lacerante problema de la precariedad laboral. Vivimos tiempos en los que parece haberse puesto de moda una perversa práctica laboral: la obsolescencia programada; algo parecido a lo que sucede con los electrodomésticos y otros modernos artilugios, cuya duración está calculada para que dure un tiempo limitado. Me cuentan que hay empresas que impunemente utilizan a trabajadores de usar y tirar; empresas ubicadas, por poner un ejemplo cercano, en la Zona de Actividades Logísticas (ZAL) del Port de Barcelona.
Estas compañías, especialistas en la ‘logística’ de una solapada estafa laboral, se dedican a crear falsas expectativas entre los aspirantes en prácticas, que son exprimidos a conciencia hasta que, finalmente, acaban en la puta calle y sin apenas cobrar un céntimo. A eso se llama, lisa y llanamente, explotación laboral. Son las servidumbres de una sociedad liberal-capitalista sin entrañas y que lo consiente casi todo. Cada vez conozco a más personas que no paran de estudiar y de reciclarse laboralmente y que, una y otra vez, no dan con el deseado camino que les aleje del viacrucis de permanecer en el paro. Y, mientras tanto, prosigue la discusión de si son churras o merinas, es decir, si la presunta mordida del clan Puyol era del 3% o el 5%. Manuel Dobaño (Periodista). Puede leer también este artículo en El Prat al día.      

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